Beatrice Cenci, o la violencia de género del S.XVI...


Esta es Beatrice Cenci. La primera vez que la ví colgaba en casa de mis amigo Roberto y Consuelo. No era el original por supuesto (atribuido a Guido Reni, se puede ver en la Galleria Barberini di Roma). La había pintado Consuelo, que es una auténtica artista. Nada más verla me enamoré de ella, de sus ojos, de su piel, de su cara... Nadie diría que (según la leyenda) eran las últimas horas de esa mirada tan dulce.

Lo de los malos tratos no se ha inventado ahora. Siempre sabíamos en el barrio de alguien que, normalmente bajo los efluvios del vino, le daba candela a alguien de su familia, normalmente alguna fémina. Eso sí, siempre quedaba todo escondido de puertas adentro. Entonces como ahora estos animales no tenían ni tienen los cojones suficientes para enfrentarse a la vida, y al final el vacío que les provoca su inseguridad lo llenan con el falso sentimiento de fuerza que les da el abusar de alguien más débil que ellos. Nihil novum sub sole...

Beatrice era una noble, hija de Francesco Cenci, que vivía en Roma en un palacio al borde del Ghetto judío. El tal Francesco era un tipo de cuidado, siempre metido en líos, pero como suele pasar con esta gente, siempre salía indemne de todos ellos (y eso que no era banquero...) Entre otras lindezas el pájaro le daba muy mala vida a su mujer y a sus hijos, llegando incluso a violar a su propia hija Beatrice. Hace falta ser muy hijo puta para esto. Pero lo hacía. Harta de tanta historia, al final ella le denunció ante las autoridades, que evidentemente la tomaron por el pito del sereno. Pero como no existía lo del 016, que no deja huella en la factura telefónica, su padre se enteró y mandó a toda la familia fuera de Roma.

Hasta dónde estaría esta buena gente del joyita de su padre que llegaron a urdir un complot para matarlo. En una de las visitas (en la última, para ser exactos) lo intentaron envenenar, pero les salió mal, así que, decididos a que Francesco no comiera más turrón, le mataron a martillazos con la ayuda de dos siervos, y luego le tiraron por la ventana para que pareciera un accidente... Pero las autoridades se enteraron, los detuvieron y torturaron. Uno de los criados, a la sazón para entonces amante de Beatrice, aguantó todas  las judiadas de los soldados y murió sin decir ni pío. Como un machote. Al otro siervo implicado le dió matarile "preventivo" un amigo de los chicos (así, como favor a la familia...) para que no cantara la Traviata, que era lo normal con las torturas que se estilaban entonces. Pero al final y a pesar de todo se enteraron, y condenaron a muerte a la madre y los tres hijos.

El pueblo de Roma intercedió por ellos, pero el papa Clemente VII, que era el mandamás en Roma en aquella época y que era de todo menos clemente (hay que recordar que también se cepilló a Giordano Bruno) dijo que nanai... Y el día 11 de septiembre de 1599 (años después Diada Nacional en Cataluña) al alba y con fuerte viento de poniente (de qué me suena esto...?), como dicta la tradición soldadesca, Lucrecia y Beatrice fueron decapitadas con la espada en el puente del Castello di Sant'Angelo. El hermano mayor fue descuartizado (les parecía poco lo de cortarle la cabeza, por lo visto...) y sus partes expuestas (sus partes me refiero a brazos y eso...). Y el hermano más pequeño, como dice la jota, preso en Alcalá de Henares: a éste le hicieron presenciar toda la tomatina y luego se lo llevaron a galeras de por vida...

Para los romanos, Beatrice se convirtió en un símbolo de la lucha contra la aristocracia, pero con eso se quedó, porque la cabeza se la quitaron. Dice la leyenda que cada 11 de septiembre ella vuelve al alba al puente con su cabeza bajo el brazo. Yo por si acaso no iré...

Consuelo quería borrarla y utilizar el lienzo para volver a pintar. Pero Roberto intercedió por Beatrice, y ahora luce encantada en mi salón, mirándome feliz con unos ojos que lo dicen todo sin decir nada y me persiguen amorosos a donde quiera que voy. Ahora ya no tendrá que soportar al capullo de su padre nunca más...


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