SEGUNDA PARTE...
Ahora más en serio… Es importante en el proceso de curación tener en cuenta
muchas variables. Una importante es la comida. Y en el hospital de Pamplona, en
estos momentos, esto es serio. En dos palabras, IM-PRESIONANTE! Sabes que han
externalizado y que han echado a gente, lees que hay miles de quejas, lees que
la consejera Vera dice que está muy buena (la comida, no ella...). No tengo
palabras para definir a la consejera Vera y a la presidenta Barcina. Y de paso,
al pelota del jefe de Servicio de Nutrición… Me parece increíble que nadie
en su sano juicio piense que eso es comida humana y mucho menos para enfermos. Yo
les daba el beneficio de la duda, pero ahora tengo la experiencia en primera
persona…
Entre las viandas con las que me han obsequiado:
- Pez en salsa con verduras: muuuuuyyyyyy caliente todo, pero las verduras crudas, el pez (eso sí, comible) y la salsa gelificada descansando por encima ("encima" es literal; puede parecer una nimiedad, pero no es un adverbio de lugar muy apropiado para una salsa...quizás habría estado mejor que el pez descansara SOBRE la salsa y no la salsa POR ENCIMA del pez). Y digo yo: de qué coño era esa gelatina que con el calor no
se deshacía??? Por desgracia, era la primera noche, me cogió bajo de reflejos y no tengo documento gráfico.
- Sanjacobos (dos) con patatas fritas: las patatas estaban cocidas, no fritas,
y sosas. Pero había sal para echarles porque como había ensalada y me daba cosa comer la lechuga pasada, pues pude aprovechar la sal para las patatas. Y los
sanjacobos tenían tanto rebozo que casi no encuentro el jamon.
Obligatorio quitar el milímetro y medio de rebozo por varias razones: primero porque el rebozo,
lógicamente, escondía el tesoro que buscaba (el jamón), segundo porque el
aceite que llevaban pesaba más que el sanjacobo en sí, y tercero porque su salubridad parecía dudosa ya que estaban hechos en aceite del que usaron en el siglo IV los hijoputas de los romanos durante el martirio de Santa Justina y San Cipriano de Antioquía, a juzgar por el color (que Dios los tenga en su gloria…a los mártires, no a los romanos...)
- Albóndigas con guarnición de pimientos y tomate: 6 albóndigas 6, de
la afamada ganadería de Dog Chow, que estaban bañadas en una salsa de tomate
gelificada con trozos rojos en su interior que debían ser, en buena lid, los
pimientos. He hecho algunas cosas en mi vida de las que no me siento muy orgulloso, y tengo que confesar que, con sumo cuidado y algo de prevención, le
quité el gel a dos de ellas, y me las comí. Triste pero cierto. Tenía hambre,
qué puedo decir… y al fin y al cabo, si a los perros no les hace daño, por qué
a mí sí? Y si encima no hago unto en el aceite de los santos Justina y Cipriano en
el que flotan, qué más da?
- Cardo a la navarra: más que a la navarra era cardo a la malagueña… a la
malagueeeeeña saleroooosa… si lo toma alguien con 150 de tensión tiene una
hemorragia talámica con vertido a ventrículo fijo...
- Y mi platillo favorito, que sin embargo, y por desgracia, no he visto
porque me dieron el alta: Trucha Ondarreta (¿!??). Así, con dos cojones. La
mítica Trucha Ondarreta, criada en las claras y transparentes aguas de la bahía
de San Sebastián… qué pena que me hayan dado el alta porque seguro que esta
hubiera sido un espectáculo…me pone lo de la trucha transgénica, me pone… Coña? Juzga tú mism@..... :
Señoras consejera y presidenta… A quién quieren engañar? Por qué mienten?
Ese menú no vale 20 euros al día, como aseguran. Ni 10. Igual ni 5… Si les
sacaran esas lindezas en un bar ustedes se las echarían para atrás sin duda.
Cualquiera lo haría. El dog chow sabe mejor, y lo digo con conocimiento de
causa, porque una vez me hicieron la broma. Pero esto no es una broma… Ya sé
que es una pregunta retórica, pero POR QUÉ? Por qué los enfermos tienen que
sufrir dos veces? Dicen que tenemos los políticos que nos merecemos. Pero no, lo
siento mucho, yo no me merezco los políticos que tengo. Porque no es que
ustedes sean ineficaces. Es que son MALAS PERSONAS. Así. Con mayúsculas. Y como
a todo cerdo le llega su San Martín, y sin ánimo de ofender, espero de corazón
que a ustedes también les llegue y comprueben de primera mano en lo que han
convertido a la Navarra de mi alma, asombro del mundo, como decía Shakespeare… Utrimque roditur...
Tarde o temprano todos caemos enfermos. Así que los políticos también lo
harán. Me da igual que no “sufran” las listas de espera y otras penurias de la sanidad pública (tendrán seguros privados) porque tampoco gozarán de sus magníficos profesionales. El fin de la sanidad pública es el
bien común, sin menospreciar a algunos de los compañeros y compañeras que
tienen un comportamiento ejemplar en la privada. Porque la sanidad pública está
para curar, y la sanidad privada, se diga como se diga, políticamente correcto
o no, sólo tiene un fin: ganar dinero (me refiero a la filosofía de la marca,
no a los asalariados ni al resto de personal). Sanitas, Adeslas, IMQ, me da
igual, es marca de la casa. Y eso es lo que me consuela: la posibilidad de que el
médico que trate a estas pájaras cuando se pongan malas sea otro pájaro igual que ellas a quien le importe un huevo el sufrimiento humano y solo piense en el dinero. Porque no creo que vengan a la
pública, y desde luego si vienen a mi consulta juro por Dios que no me quedaré
por la tarde como suelo hacer como favor ni las veré de extrangis por la mañana,
salvo que pasen por toda la lista de espera primero como todo hijo de vecino.
Un último aplauso para las enfermeras y las auxiliares, y especialmente
Nuria, que ha cuidado de mí como nadie, Sole y Juana, y tantas otras de quienes no sé el nombre… aunque he hecho muchas
bromas con ellas, realmente creo que son una pieza imprescindible en el motor
de la sanidad… y también para mi residente Gurutzi (Gurutzita para los amigos) que me llevó de las orejas a urgencias y para Begoña Fernández, que no Hernández, neumóloga de porte serio pero una profesional como un pino, y con una memoria de elefante (se acordaba de haber llevado a mi madre hace más de 7 años...)
Bueno, la vida sigue. Y el caso es que yo ya he vuelto a casa. Débil,
tosiendo como un poseso, con cuerpo “raro”… pero en casa. Ahora solo queda
esperar que la rutina vuelva otra vez a tapar toda mi vida con su bendito manto
y pueda decir otra vez eso de que “la rutina me come”. Yo ya no tengo tiempo esta vez de volver de nuevo a mi amadísima Italia, pero me consuela pensar que al menos mis amigos
sí lo harán. Como me gusta pensar que esta Semana Santa Pilar estrenará su precioso
bikini, que seguro que le queda como Dios, y que se tostará al sol del Caribe mientras se echa un "ronsito" (me gustaría que fuese a mi salud...) con las olas regalándole los oídos. Y si puede usar el resto del regalo, pues
mejor...! Yo disfrutaré con todos ellos en la distancia...
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